martes, 23 de agosto de 2011

Periodismo deportivo vs. propaganda ultra

Los prolegómenos ya los conocéis: un partido de fútbol intrascendente para el devenir de la raza humana, una tangana monumental y ríos de tinta para justificar lo injustificable bajo prismas multicolores que en realidad venden como justicia y ética lo que son intereses económicos, como casi siempre. De fondo, una serie de reflexiones sin profundidad, como la mayoría de literatura que emerge de las vísceras de ese negocio muchimillonario consistente en pastorear tipos con una aptitud propicia a pegar patadas a un balón, tendente en dar o quitar legitimidad a esa variante tan suculenta llamada periodismo deportivo.

La primera de las consideraciones debidas iría en la línea de ver qué es lo que llamamos, de verdad, periodismo deportivo. Porque no conviene meter a todos en la misma saca, y si bien es cierto que estamos pensando en publicaciones y/o espacios televisivos y radiofónicos, habría que precisar que eso que tenemos en la mente como "periodismo deportivo" dedica, casi el 80% de sus esfuerzos y tiempo a un solo deporte: fútbol. Entonces hablemos con propiedad. Hablemos pues del periodismo futbolero. Dicho periodismo futbolero que desde que abogó, muchos años antes que las principales cabeceras de información generalista lo hicieran, por unos criterios editoriales que primaban las ventas por encima de cualquier otra consideración, ha protagonizado las últimas semanas un nuevo episodio de degradación en la ya de por sí denigrada percepción del periodismo. Lo que resulta escalofriante es que al hablar de aspectos frívolos como el balompédico deporte, no tendemos a darle la menor importancia. Luego, de forma delavazada, nos preguntamos por fenómenos como la violencia en este deporte concreto, achacándolo a un sector minoritario representado por seguidores exaltados y exonerando de culpa a los ideólogos involuntarios (o no tan involuntarios) que donde ayer increpaban hoy esbozan gestos de fingida repulsa en las redacciones.


Suelo seguir la información futbolera, sobre todo la de un equipo, de todos es sabido. Este mismo verano he leído hasta tres informaciones, presuntas entrevistas dadas por futbolistas en activo a medios extranjeros, que han sido desmentidas con posterioridad por los supuestos protagonistas de dichas entrevistas. Nuestros periódicos deportivos resulta que publican contenidos de otros países sin hacer algo tan elemental como confirmar la veracidad de éstos contenidos. A la gente no parece preocuparle. ¿Por qué deberían? ¿Qué hay de malo en ello? Nada, salvo el pequeño detalle de que, si ese es el criterio para publicar algo, no deberíamos creernos absolutamente nada de lo que publiquen. Entre ustedes y yo, como licenciado en periodismo (que no periodista, pues no ejerzo, insisto), eso no es lo que un periodista profesional debe hacer. Permítanme, pues, que dude de la conveniencia de llamar a esto periodismo.

Si nos ponemos a analizar la información relativa a los fichajes, cada año hay equipos que renuevan dos veces el once titular a tenor de las informaciones de la prensa especializada. Luego resulta que solo hacen 1 ó 2 fichajes, a veces ni siquiera dentro de la lista de posibles movimientos publicados en estos diarios... Un redactor de un periódico justificaba esto en twitter hace unas semanas diciendo que en realidad siempre obedece a algo de verdad, soplos de fuentes que conocen de buena tinta los movimientos. Ahora resulta que periodismo es publicar un rumor sin confirmar y sin atribuir la fuente. No solo eso, los demás nos lo tenemos que creer. Insisto, ¿periodismo?


También pongo en la picota eso de informar... Hasta la más mínima previa de un partido está teñida por un tufo opinativo que muchas veces viene directamente de arriba. No hablemos ya de las crónicas, que según quién las escriba parece que hablamos de partidos diferentes, aunque por algo la crónica, como género periodístico, siempre va firmada.

Me da la impresión de que ya no se trata de escribir bien o ser un buen profesional. Se trata de a quién conoces, a quién caes bien, qué estás dispuesto a callar y a contar para hacer un favor al agente, dirigente, jugador de turno. Ya saben, la coyuntura económica, la situación del sector, el sinnúmero de desempleados que matarían por un puesto... Súmenle el que, al menos desde fuera, la posición de periodista deportivo no parece tan dura como otras especialidades. El ayer héroe hoy es villano de los tabloides y viceversa. Las mismas plumas elevan o defenestran a voluntad, voluntad propia o ajena, da igual. Y entre tanta disonancia, tanto interés contrapuesto, lo que menos hayamos es información. Lo que menos se ve es periodismo. Ojo, estar licenciado o tener un master no asegura una buena praxis profesional.


De un tiempo a esta parte llevo mostrando mi idea de cuál es la principal razón de que la calidad de este tipo de publicaciones y emisiones futboleras hayan perdido tantísima calidad de unos años a esta parte. Mi teoría es la presencia, por igual, de ultras y sicarios, de juramentados a ciertos colores y de estómagos agradecidos sin escrúpulos, en estos medios. ¿Prensa deportiva? Sí, existe, menos en las páginas de fútbol, que, con contadas y honrosas excepciones (se me vienen a la mente dos nombres: Santiago Segurola y Rubén Uría, aunque no son los únicos), no es más que propaganda ultra y reducen eso que llaman "prensa deportiva" a "libelos". El problema lo tienen los lectores; y es que confiar en papeles que presentan opiniones subjetivas más o menos extendidas en verdades absolutas siempre entraña un riesgo. Miren lo que pasa con las religiones y las sectas. Pero es comprensible, pendiendo sobre la cabeza del seguidor de a pie la fastidiosa posibilidad de ser señalado como apóstata, un anti-lo-que-sea... este recurso, que a EE.UU. le ha servido para que su población no cuestione las políticas de sus dirigentes por espacio de tres siglos ya, es el consuelo de los ideólogos del ultraísmo futbolero que sueltan los dogmas de fe que serán cacareados por seguidores de esos equipos con mayor o menor convicción. Si no comulgas con esas ideas, no eres un auténtico seguidor. Como si a esos autores intelectuales les importara una mierda lo que tú reproduzcas en las conversaciones de bar. Lo único que a ellos les importa es defender los intereses del padrino de turno, ese que le permite tener calentita la silla.


Por eso, cuando alguien habla de "periodismo deportivo" para denominar este fenómeno, cuando un "periodista deportivo" me da lecciones de "periodismo", se me dibuja una sonrisa. Y es que leer periódicos, escuchar la radio o ver la televisión no nos califica para saber de periodismo. Vistos los tiempos que corren, me atrevo a decir que ni siquiera trabajar en un medio lo hace. En cuanto a la capacidad del lector para leer de forma crítica las noticias, ni insisto. Cuando el objeto noticiable, en este caso el fútbol, se trata como un ente abstracto irracional ("fútbol es pasión"), cualquier ejercicio racional queda descartado. Los ejemplos últimos hacen pensar que la estrategia funciona. Determinados mecanismos hacen pensar, por comparación, en el funcionamiento de las religiones.

*Según escribo esto leo lo de Canal +, las supuestas declarariones del portavoz de Mourinho (Karanka, no, el otro, Eladio Paramés), la posterior rectificación y el comunicado de Mourinho. Más material para reflexionar.

jueves, 18 de agosto de 2011

¿Amigos?

He de reconocer que los hechos de las últimas horas, esos que marcan hoy los Trendic Topics por igual de redes sociales y conversaciones de barra de bar, me producen cierta incomprensión. Será por el hecho de vivirlos desde fuera, que aunque haya mostrado mi opinión aquí y allá, en realidad no me toca de lleno. Hablo de la visita de Ratzinger por las JMJ (los Jumanjis, como ya los llaman por ahí) y el desenlace del último Barça - Madrid que acabó en tangana y copa para el equipo azulgrana, los dos grandes temas que copan las conversaciones de hoy. En realidad más que explayarme sobre los aspectos individuales de ambos, me voy a centrar en las semejanzas, porque, en esencia, los dos espinosos asuntos se pueden reducir a lo mismo.

JMJ y Ratzinger. Más allá de gasto público pese a la situación, cortes de calle, oportunismo del gobierno de Madrid, etc. lo que subyace es el enfrentamiento "unos" vs "otros". En este país, que es aconfesional según la constitución, viven un buen número de católicos (practicantes o no). Salvo situaciones puntuales en las que el debate se encrespa, la convivencia es pacífica. Resulta que viene el Papa y organiza un paripé de tres pares de narices con yo no sé qué objetivos. Se le traen jovencitos, la mayoría de las veces demasiado inmaduros para poder discernir libremente el auténtico significado que entraña adherirse incondicionalmente a una religión, muchos de ellos atraídos más por la experiencia de visitar un país nuevo, de participar en un fausto enorme con chavales de todas las nacionalidades de más o menos su misma edad, y lo llaman "jornadas de la juventud". Pues bien, un evento que durará 3 días y que no debería ir más allá ha significado la movilización masiva de partidarios y detractores que protagonizan todo tipo de enfrentamientos dialécticos y no tan dialécticos, en general en un clima de intolerancia elevado desde ambas partes. Y es que los ultras son ultras, ya abracen la biblia o los principios democráticos de una constitución de compromiso.


La pregunta es ¿qué contribuye a extremar las posturas? ¿que hace que unas jornadas bajo un prisma religioso que, para más inri, propugna en uno de sus preceptos fundamentales que hay que amar al prójimo se convierta en un enfrentamiento visceral? La facultad humana que lleva a resaltar las diferencias mediante el uso y la explotación sistemática de los mecanismos irracionales del ser humano. Convertir al otro en la fuente de todo aquello opuesto a nosotros. La religión tiene mucha experiencia en esto. Sorprende que los que se oponen a ella sigan las mismas pautas. Y así los unos son convertidos en asesinos de niños (ya saben, en España se puede abortar, lo que no quiere decir que todos seamos pro-abortistas) y los otros en defensores de abusadores de niños ( ya saben, los últimos tiempos han surgido casos de pederastas en el seno de la iglesia católica, lo cual no quiere decir que todos los religiosos sean pederastas). ¿Es justa la generalización y demonización del enemigo? Por lo visto, cuando se trata de imponer verdades, matices como la justicia desaparecen.

Que un partido de fútbol, un deporte que se rige por unas leyes no escritas de deportividad, honor, etc. acabe como el rosario de la aurora en una competición que hasta hace 2 ó 3 años parecía no importar a casi nadie en este país porque los dos protagonistas del último envite lo consideraban un trámite menor (que son, en definitiva, los que concentran parece ser casi la totalidad del conjunto de aficionados a este deporte, los ingresos de los derechos televisivos, los titulares de prensa y el único tratamiento de noticias de interés general a cada pequeña anécdota que surge en el entorno de sus jugadores), sorprende.


Que desde una y otra tribuna se alimente el fuego, se minimicen los gestos de los suyos mientras se maximiza el de los otros, se esgriman verdades particulares como universales y se convierta la opinión subjetiva que todo espectador desarrolla ante la mera contemplación de un espectáculo (que es de lo que se trata al fin y al cabo) como dogma de fe, solo puede explicarse por esa radicalización extrema, ese ultraísmo desaforado que desde púlpitos invisibles se alimenta con tampoco sé qué espúreas intenciones. Desde luego no para la grandeza del fútbol.

Laicos/religiosos, merengues/culés, los unos/los otros... Pues ya lo dijo Machado que por tierras de España:

"Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
¿no fue por estos campos el bíblico jardín?:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín. "

Desde luego, pedir tolerancia siendo intolerante, no me importa el bando al que pertenezcas, es, cuanto menos, paradójico. Hacéroslo mirar.

viernes, 5 de agosto de 2011

Parche de actualización para viejos rockeros

En una crisis en el rock que se alarga desde que enfilamos la mitad de la veintena, si no antes, desde Wolfmother no escuchaba un sonido similar a lo que representan mis gustos: bandas con potencia y actitud, capaces de hacer canciones que recordando a Led Zepp / Black Sabbath y coetáneos suenen originales. Es lo que tiene esperar el advenimiento de la última gran banda de rock enfilando los 30 (waiting for the rock messiah advent since 1998). El repunte del metal en los 90 estuvo bien, pero desde Pearl Jam nadie ha vuelto a hacer rock honesto y puro. Incluso Wolfmother se perdió en los pliegues de un segundo disco demasiado ampuloso. Jack White sigue teniendo un punto rococó que no acaba de convencer (aunque me encante) y The Black Keys, a los que más idolatro cuanto más escucho, tienen el alma más negra que el rythm n' blues. Menos mal que nos queda ese repunte neo-blusero desde los Soledad Bros a los propios Keys. Todo lo demás es anterior o suena demasiado enlatado, como los Strokes, que me han llegado a gustar con el tiempo, pero que no acaban de salirse de su propia caricatura de lo que una estrella de la música debería ser en el siglo XXI. Menos mal que nos queda Canadá, esa gran cantera que no solo crea Brian Adams y Avril Lavignes, si no que desde Neil Young y Guess Who? va grabando con la boca pequeña muescas en la historia del rock. Para muestra, Black Mountain, pese al lunar de haber sido teloneros por tres semanas de Coldplay.



Lo demás, queda en cuarentena y sospechoso de derivar peligrosamente hacia el pop o haber sido larvado originalmente en los 90. No hay lugar para los falsos profetas, es lo que tiene ser dogmático y ortodoxo, aunque en la intimidad escuche casi cualquier cosa y en realidad las recomendaciones sean, como siempre, muy bienvenidas.

Feliz fin de semana a todos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

1/Agosto/2011

Torre de Marfil


A veces apetece encerrarse,

ignorar lo de fuera entre cuatro paredes,

abstraerse al entorno y evitar con renuencia

los envites continuos de la vida en directo.

Como hoy, encerrado, invisible, innombrable,

suscriptor absoluto del torrente del tiempo,

solitario guionista del monólogo mudo

que en descuido inocente se transforma en diálogo.

Como hoy, atrincherado en lo alto del ego,

formidable enemigo del deseo gregario,

numantino eremita que cultiva el silencio

en la torre marfílea un discreto domingo.

(José A. Huertas)