martes, 15 de mayo de 2012

Pachamama


Pachamama

Emerges en la plácida lujuria,
como diosa nacida de mar de espuma.
Te sacudes las lianas de tu pelo
mientras ríes, con coqueta relevancia.
Eres tierra que consume mis incendios
y humedece, con sosiego, mis alientos.

Fuerte y libre, pura selva,
alimentas con tus senos mil vástagos,
 derramados de la fértil mente otrora yerma.
Tu dulce piel huele a milpa recién llovida,
 llama a mis manos que estimulen su conciencia
como el arado excita la árida tierra.
 Eres e invitas a amar tus dones
en un proceso natural e irreversible.

Déjame llover y briznar, secar y azotar
tus conspicuos lodos
y cubrir en estaciones tus caprichos.
Déjame hollar como labriego
en tus tiernos muslos de partera.
Esclavo de los bosques
que cubren tus silencios
 concibes, primorosa, desnudas coincidencias.

Suplicas que suplique en queda concordancia.
Me miras con intensos otoños encerrados,
 y mieles y castaños y vinos macerando,
 almíbar, amatistas, pelajes de oso pardo,
 salvaje y prohibida, acotas tu silueta,
 desatas mil tormentas y esquivas los envites,
 de este mortal juguete que sueña con domarte.

Tú, mi indomable reina de las tribus salvajes,
que aman en su lengua la tierra que derramas
allá por donde expandes tu fértil férrea carne,
 semillas y cosechas sucederán tu sangre.
 Voluptuoso sueño, enjambre placentero,
 ardiente madre tierra, sepúltame en tu seno.

 (José A. Huertas)