lunes, 16 de noviembre de 2009

Batman vs. Jóker

De vuelta de una semanita a la carrera para echar fotos, ver monumentos y probar la gastronomía del noreste de España con un presupuesto reducido, volvemos al tajo por amor al arte. Lo hago recuperando una temática que ya en el anterior blog traté de puntillas: los cómics. De hecho voy a hablar de dos genios revolucionarios del género: Moore y Miller; para que nos entendamos serían como el Al Pacino y el Robert De Niro de la guionización de la novela gráfica en la modernidad. Voy a hablar de estos dos genios y de su particular aportación a la mitología de un personaje creado en 1939 por Bob Kane, Batman.

Entre 1986 y 1987, Frank Miller y David Mazzuchelli recrearon desde una perspectiva contemporánea el mito de Batman desde sus orígenes. El resultado fue Batman Año Uno, una obra excepcionalmente bien dibujada que devolvía a la palestra un personaje que en casi cincuenta años había llevado una existencia sin altibajos. La clave estaba en que Bob Kane cuando creó este personaje dejó claros tanto sus intenciones como su origen, impidiendo cualquier tipo de especulación al respecto. Miller cogió ese origen y lo tradujo a un contexto contemporáneo, aderezándolo con esa filosofía tan propia del estadounidense que en ocasiones lleva a reflejar en sus obras una auténtica pasión por el uso de la violencia como instrumento de orden. El impacto de esta obra es claro y puede verse reflejado incluso en la última y exitosa adaptación a la gran pantalla del mito de Batman. Es evidente que Batman begins de Cristopher Noland tuvo en cuenta la obra de Miller.



Batman Año Uno es, pues, la narración de cómo Bruce Wayne se enfunda su traje y empieza a patear el culo al crimen de Gotham, pero también, y de forma paralela, lo es de cómo Jim Gordon acaba convirtiéndose en el socio desde dentro del sistema del Caballero Oscuro. La simetría entre ambos personajes se produce a lo largo de todo el volumen, una relación que Noland volvió a recoger en su adaptación cinematográfica.

Y si Miller encarna el ideal del orden por la fuerza y, por ende, parte de la simbología que guarda Batman; quién mejor que Moore, un autor que ha plasmado en sus obras el caos y hasta la anarquía como elementos para llegar al orden o, en ocasiones, para contraponerse a éste y, mediante un ejercicio de tesis y antítesis, llegar a un nuevo orden, decía que quién mejor que Moore para ofrecernos el equivalente origen de uno de los archienemigos de Batman y para algunos su principal némesis: el Jóker.



A priori es injusto comparar ambas obras: mientras que Miller y Mazzuchelli pusieron toda la carne en el asador, Moore parece que trabajó en La broma asesina sin mucha pasión y siempre a rueda de Brian Bolland. En 1988, cuando el éxito de Watchmen todavía resonaba, Boland y Moore sacaban su Batman: La broma asesina. Ésta se considera una obra menor del genial inglés y se le suelen reconocer méritos sobretodo en el apartado gráfico. La representación de Bolland del príncipe payaso del crimen es una de las mejores que existen de este personaje. Aún así, La broma asesina tiene cositas, no sólo la humanización del Jóker y la aportación de un posible pasado que explicaría su condición de enferma mente criminal. La broma asesina forma parte del imaginario colectivo de Batman por derecho propio. Prueba de ello podemos verlo, una vez más, en cómo el bueno de Noland incorporó algunos de los rasgos del Joker de Moore/Bolland en el equivalente cinematográfico interpretado por Heath Ledger.

La broma asesina sabe a poco. Sus escasas 50 páginas dejan la impresión de que la colaboración entre el dibujante por antonomasia de Juez Dredd y el creador de Watchmen podría haberse estirado un poco más. Aún así se devora con facilidad. Jóker se presenta con cierta profundidad, haciendo válida esa sentencia que dice que todos tenemos algo de poetas, alto de locos y algo de sabios. Las elucubraciones del payaso tienen un punto álgido de cada uno de estos rasgos, quién sabe si no funciona como altavoz de las propias convicciones de Moore.



Al menos así me gusta verlo a mí: Miller y Moore, el alfa y el omega de la revolución que el cómic experimentó en los ochenta y que aún colea; el ying y el yang de la creación gráfica que ha encandilado a jóvenes y no tan jóvenes durante décadas; un Batman y un Jóker que tomaron conciencia de sí mismo y en un ataque metaliterario salieron del papel para crear historias bajo su particular punto de vista. Batman año uno y Batman la broma asesina dos obras fundamentales para todos los que, como yo, nos declaramos fans incondicionales del alter ego del muchimillonario playboy Bruce Wayne.

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