miércoles, 14 de julio de 2010

Prueba de una hipótesis a medio hacer

Aunque a años luz de tener ese hábito saludable adquirido por el "hombre que leía demasiado", Jafuda Cresques, que seguramente estás en algún sitio leyendo mientras escribo esto sintiendo, con toda seguridad, un leve zumbido auricular por alusiones, siempre me ha gustado asomarme a los libros. En estos años de flirteos indiferentes y romances apasionados con novelas y textos de toda índole, he llegado a una conclusión que he transformado sin el menor rigor científico en hipótesis. Hasta que no se ha leído al menos el 20% de las páginas de una novela, no se está en condiciones suficientes para determinar si ésta es un coñazo o no. quízá haya que ajustar las matemáticas un poco, pero ahí está lanzada la hipótesis, para ponerla a prueba y mejorarla o descartarla, según corresponda.


Por mi parte, esta máxima ha ganado enteros gracias a una novela de lectura recomendada este año para los alumnos de los últimos cursos de la E.O.I de Plasencia. El autor no es otro que el varias veces premiado escritor inglés David Lodge, conocido por sus novelas humorísticas y por sus textos teóricos sobre literatura. De hecho yo conocí a Lodge gracias a mi adorable Satán (ver comentarios a esta entrada para entender la referencia) y su feliz idea de hacernos leer El arte de la ficción. El caso es que mi amiga S., que está en uno de esos últimos cursos de la EOI, me habló del libro que les habían mandado este año, que era un coñazo y que cada vez que se ponía con él era incapaz de seguir por aburrido. Sabedor de la fama de Lodge y a pesar de haberme leído de pé a pá el manualito literario de marras del ilustre escritor inglés, le pedí que me lo dejara. Por ese entonces estaba preparándome el examen del CPE y me venía bien leer en inglés. Pues bien, fue comenzar el libro y darle la razón a Susana. El primer capítulo, la clave para que una obra de un escritor novel se convierta en un best-seller, era insufrible. Aún así decidí continuar, por lo menos hasta contemplar el porcentaje que fija mi hipótesis. La cosa cambió, para bien.



El libro en cuestión se llama Changing places (Intercambios en Español) y narra un intercambio por motivos profesionales entre dos profesores, uno inglés y el otro estadounidense, que acaban ocupando el lugar del otro. La acción trascurre a finales de los sesenta, en plena revolución sexual etc. y resulta delirante. Las vicisitudes y los cambios que los dos protagonistas, el flemático profesor Philip Swallow y el espontáneo Morris Zapp, sufren a lo largo de la novela acaban por enganchar al lector y sacarle más de una sonrisa. Los personajes secundarios tampoco defraudan, las subtramas - pulsos entre profesores dentro de cada universidad para hacerse con las parcelas de poder, los enredos amorosos, los disparatados actos revolucionarios de los estudiantes... - y los recursos irónicos y metaliterarios - como cuando, justo después de que la uno de los protagonistas lee con desdén en un viejo manual de literatura que el género epistolar hace siglos que no se practica y a continuación la novela se convierte en una consecución de cartas cruzadas entre los diferentes personajes - terminaron por darme la razón en este caso: había que pasar el tedioso primer capítulo, las 45 primeras páginas de un total de 251 (el 18,72% exactamente) para darse cuenta de que el libro no solo no está tan mal, sino que es abiertamente divertido.


Un sacrificio muy recomendable que va in crescendo, solo aptos para gourmets de la literatura, aunque, y ahí voy a darle toda la razón a mi amiga S., no es el mejor libro para "recomendar" como "lectura voluntaria" para ningún curso de inglés.

5 comentarios:

Jafuda Cresques dijo...

Buenas,

¿"El hombre que leía demasiado"? Catxis, si apenas he llegado a las 30 lecturas este año. Tampoco es tanto, sale a uno por semana. Además, con una hora diaria de trayecto en tren, incluso diría que podría haber leído más...

Bueno, mi comentario: David Lodge me parece un escritor estupendo, aunque, si uno lee unas cuantas novelas suyas, verá que hay temas y situaciones que se repiten. Nada importante, al fin y al cabo el sobrevalorado Tom Sharp hace lo mismo y nadie lo critica. De Lodge recomiendo La caída del Museo Británico y también El arte de la ficción, aunque sea más enfocado a estudiantes de literatura.

No puedo opinar si Changing places es una novela idónea para introducirse en el inglés; si se trata de hacer reír al personal me decantaría, diccionario en mano, por Julian Barnes y su Talking it over, aunque acabe como el rosario de la aurora y deje al lector bastante aturdido (y sorprendido).

Saludos,
Jafuda

Txetun: dijo...

Tomo nota del título de Julian Barnes (y también de los que ha dejado en su última entrada).

El arte de la ficción está bien, coincido contigo, pero más como manual de consulta que como lectura obligada - lo que pasó en mi caso.

La semana que viene intentaré escribir sobre "A long way down", el segundo libro que he leído de Nick Hornby. Allí trataré de convencer a los profes de la EOI de que Nick Hornby sí es susceptible de ser recomendado para estudiantes de inglés. ;D

La Tremolina... dijo...

A mí me obligaron a leer "Corazón tan blanco" en plena universidad, y por mero rebote de la docente que teníamos en esa clase (que debía de ser fan lanzabragas del autor o prima segunda, no sé), rebote adquirido porque habíamos hecho caso omiso a su "recomendación" de leerlo -por lo que se cabreó y nos lo puso como lectura obligatoria con su examen y todo.

Desde entonces, aborrezco a Marías, sentimiento que no ha podido más que ir in crescendo tras las constantes sobradas públicas del autor, empeñado en perdonarnos la vida a todos, oh ignorantes insectos, not to mention su pésima calidad como traductor, convencido de que traducir bien es reescribir ("¿mejorar?") el texto.

He dicho.

Jafuda Cresques dijo...

Señora Tremolina,

Pues a mi Marías me dio muchas alegrías, luego se convirtió en algo pesado, pedante y excesivo: prefiero retenerlo como alguien que acompañó en una vida anterior. Ahora, ya lo sabe Usted, uno se decanta por la novela negra. Y sobre las traducciones, qué decir: yo sólo sé que me salvó un examen, tocaba analizar, a nivel de Teoría Literaria, el primer párrafo de La metamorfosis del Sr Kafka y yo, sin saber qué decir, me dediqué a criticar el texto, una traducción, pues la Sra Profesora, amante de recitar versos de la Ilíada en griego durante las horas de clase, siempre añadía el texto en su idioma original. No sólo aprobé, sino que obtuve una muy buena nota.

Cuídese,
Jafuda

La Tremolina dijo...

Menos mal que he seguido leyendo tras la primera línea, Don Jafuda. Porque he estado a punto de romper relaciones y devolverte el rosario de tu madre y toda la pesca.