Oda a mi musa del vapor
Apareciste, cotidiana, a una hora cualquiera,
plancha en mano, chándal descosido,
mirada sonriente y pelo recogido.
Apareciste, para quedarte (o lo que fuera).
Alisando, a golpe de vapor,
horadaste los cimientos de la monotonía:
mi vida se derrumbó para surgir al tercer día.
Y fue así que te ceñiste – por sorpresa,
de improviso y con súbita alegría –
la tiara que corona la musa de la poesía.
Apareciste, cotidiana, a una hora cualquiera,
verso en mano, corazón raído,
pelo suelto y el tiempo asido.
Apareciste para quedarte con tu sonrisa por bandera.
(Jose A. Huertas)
Apareciste, cotidiana, a una hora cualquiera,
plancha en mano, chándal descosido,
mirada sonriente y pelo recogido.
Apareciste, para quedarte (o lo que fuera).
Alisando, a golpe de vapor,
horadaste los cimientos de la monotonía:
mi vida se derrumbó para surgir al tercer día.
Y fue así que te ceñiste – por sorpresa,
de improviso y con súbita alegría –
la tiara que corona la musa de la poesía.
Apareciste, cotidiana, a una hora cualquiera,
verso en mano, corazón raído,
pelo suelto y el tiempo asido.
Apareciste para quedarte con tu sonrisa por bandera.
(Jose A. Huertas)
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