lunes, 19 de abril de 2010

De gurúes circunstanciales

La RAE define "gurú" en su segunda acepción como: "Persona a quien se considera maestro o guía espiritual, o a quien se le reconoce autoridad intelectual". Un gurú es una figura religiosa del hinduismo que se puso de moda en los 60 gracias a la ascendencia que estos "maestros espirituales" tuvieron sobre ciertos grupos musicales. Un gurú es, por definición, un guía que comparte su sabiduría para ayudarnos a vivir en paz con nosotros mismos, una tarea bien difícil.

Desde hace muchos meses camino por una carretera imprecisa, rodeada de incertidumbre. Cuando empiezas en ella, todavía cerca del desvío que te lleva a coger estos caminos a menudo de transición, tienes las cosas bastante claras y andas animado por la idea de que todos los senderos llevan a algún sitio. A medida que el cansancio se apodera de las piernas y los ojos no se topan con ninguna señal distintiva, la mente se desorienta y cae, a menudo, en la desazón. En circunstancias así no viene mal un gurú, un alguien que por experiencia, sabiduría o ciencia infusa, te permita vislumbrar un destino más allá de niebla, árboles, cuestas empinadas y charcos imposibles de vadear que vayan surgiendo.

El jueves de la semana pasada, acuciado por la sensación de que el aire no se renueva demasiado en esta ciudad (desventajas de vivir sumido en un valle), preparé una maleta con las circunstancias, eché gasolina al coche y viajé al último refugio seguro conocido: Toledo. La excusa era el ver unos amigos. La razón principal era perderme para encontrarme a mí mismo.

Allí, a través de los ojos de personas que no hace mucho compartían conmigo demasiadas cosas, cogí un poco de aliento. Desde el tranquilo tono de voz del amigo que me invitó a tomar algo en su casa hasta la profunda reflexión de la amiga que pasaba por la tercera celebración de cumpleaños en el mismo día, de todos y cada uno de los encuentros extraje algo. Ahora solo falta seguir caminando un poco más, solo un poco más, quizá un poco más de lo deseable, pero siempre un poco más ligero tras el encuentro revigorizante con un puñado de gurúes involuntarios y circunstanciales.

4 comentarios:

La Tremolina... dijo...

No se lleve a error. Una vez encontrada la senda de la estabilidad, lo que se echa en falta es encontrar el cruce de vías. Rectifico: tener la energía de ir a buscarlo.

Así que, en su defecto, cruzo los dedos por que mi empresa me despida :D

La Tremolina... dijo...

PD. No obstante y al margen, suscribo lo dicho y/o sentido al respecto de los gurús involuntarios. Bendita comunión clarividente.

Txetun: dijo...

Sí, suele pasar que nunca tenemos lo que queremos... quizá el peregrinaje me lleve a Madrid a partir del miércoles (por mañana). Estoy a la espera de confirmar la fecha de unos asuntillos, pero si no salen, allí que me iré. Ya le iré diciendo para intentar conseguir una citación y buscar su consejo como Leónidas acudió al Oráculo de Delfos antes de la batalla de las Termópilas. :-P

La Tremolina dijo...

No sé si estoy muy autorizada a dar consejos. No hay más que verme.

Eso sí, cuente conmigo en la agenda, yo puedo enseñarle las mejores obras de Madrid (¡¡y las mejores barandas donde apostarse a contemplarlas!!)