miércoles, 7 de abril de 2010

"El rey de los Beats"

Con este sobrenombre, la generación beatnik coronó a Jack Kerouac como uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su temática y su estilo, etiquetado por él mismo como "prosa inmediata" influyó a artistas y escritores posteriores, entre ellos a Bob Dylan. Su influencia incluso salpicó el cine en forma de un "género nuevo" llamado Road movie. Con esta vitola, llevaba tiempo queriendo leer la obra más representativa (o, al menos, la más citada) de este estadounidense descendiente de quebequeses (de hecho, la madre de Kerouac era prima de René Levesque, primer ministro canadiense entre 1976 y 1985). En el camino (On the Road en el original) es la narración de una serie de viajes del este al oeste de los EE.UU. y viceversa. Kerouac, convertido en personaje y narrador de esas aventuras, usa el escrito para aportar pinceladas de una generación iconoclasta que comienza a luchar con timidez contra el "establishment" de los 50. En el camino Kerouac encuentra amigos y personajes, el amor y el desamor, fiestas y más de una noche loca; pero sobretodo, en el camino Kerouac se encuentra a sí mismo en sucesivas ocasiones. Junto con Kerouac, buena parte de este camino estará Neal Cassady, otro icono de la generación beat, el contrapunto y amigo perfecto para la mayoría de las locuras que acontecen en esta novela.

La edición que acaba justo de pasar por mis manos tras un proceso algo lento - empecé a leerlo en Enero - aunque en ningún momento doloroso - pues de haber sido así no lo hubiera terminado -, está basada en el escrito original y no en la edición que fue finalmente publicada en 1957. La portada, en una edición de penguin classics "deluxe", promete que es "rougher, wilder, and racier than the 1957 edition" (es decir, más dura, salvaje y ácida que la que se publicó por primera vez ese año). Esos mismos adjetivos supongo que son los que acercan a personajes como yo a leer la novela, los mismos adjetivos que provocan una sensación de decepción que es comprensible si tenemos en cuenta la década en la que fue escrito. Sin ir más lejos, cuando mi gran amigo Fer años atrás me confesó que lo había leído por fin - en la facultad habíamos hablado varias veces de la importancia de Kerouac para la música de los 60 -, su resumen de la experiencia fue: "No es para tanto".



La obra no cuenta con ningún párrafo (bueno, en realidad consta de un único párrafo sería más correcto). Está escrita de seguido, sin dar un respiro al lector ni para asimilar ninguno de los 5 libros (divisiones establecidas por el propio escritor) que suelen coincidir con un viaje transnacional. La sensación es que Kerouac el personaje siempre está en la carretera, movido por un resorte que le impide permanecer quieto en Nueva York o Denver o San Francisco, principales escenarios de esta "Road novel". La carretera sirve a Kerouac, excelente narrador y esforzado poeta, para componer un collage de paisajes, situaciones, personajes y reflexiones que trascienden más allá del papel (no obstante está considerado como un manifiesto de culto por toda una generación). El problema es la vigencia del espíritu que poseía este manuscrito y que para la época sería hasta "trasgresor". Estableciendo un paralelismo, On the road the Kerouac, como libro precursor que amalgama una variable significativa de alternativas del denominado "sueño americano", resulta ingenuo si se compara con, por ejemplo, Fear and Loathing in Las Vegas (Miedo y asco en Las Vegas) de Hunter S. Thompson (una novela que, por otra parte, recoge en gran parte esa tradición de Road Novel que Kerouac puso en marcha como algo genuínamente americano).

Al margen de estas consideraciones se trata de una novela para disfrutar del estilo, para maravillarse con páginas y páginas impregnadas de poesía agridulce y melancólica, de radiografías acríticas de ese gran país llamado Estados Unidos que desde aquí se ve como un todo, pero que desde dentro es un puzzle compuesto por piezas tan diferentes que resulta curioso como a día de hoy sigue completo. Como otro amigo me dijo una vez: "Al menos podemos decir que lo hemos leído". Y es que hay lecturas que en determinados círculos siempre dan caché.

1 comentario:

Jafuda Cresques dijo...

Txetun,

Admito que es uno de esos libros que tengo en la estantería y que siempre dejo "para más adelante", al igual que The Dharma Bums, que me regaló mi padre hará unos años. Supongo que es porque lo cogeré más por curiosidad que interés, por saber qué tiene que a casi a todo el mundo le gusta. Está claro, eso sí, que hay libros (y películas, y discos) que no aguantan el paso del tiempo y luego se leen con estupor e incredulidad. Y sí, queda bien decir que se han leído. De hecho, a veces hasta llega ser un premio, no es fácil superar lecturas que no interesan.

Saludos,
Jafuda