Hace un par de días hablaba con una amiga de política, sin más. No es que me apasione el tema, pero a veces surge. Y no hablábamos de esa política que sale en el papel maché y sobresatura los informativos de la radio y la televisión. Hablábamos del sutil arte que tienen algunos para ganarse amistades, recibir favores y, en definitiva, alcanzar con mayor efectividad lo que la sociedad considera éxito. Por mucho que lo neguemos, la política forma parte de nuestras vidas. A pesar de que no hagan de ello su profesión, de que no estén en política para "ganarse la bolsa" (o las alforjas, según quién), hay más animales políticos en la vida cotidiana que cargos públicos en España y ya es decir.
De un tiempo a esta parte cada noche devoro uno o dos capítulos de The Wire, la afamada serie de HBO que no sé si algún canal patrio emite. Me la habían recomendado hasta la saciedad, razón de más para apartarla a un lado hasta descontaminarme del entusiasmo ajeno. Ya saben lo que pasa cuando uno alberga muchas expectativas. Por fin, hará cosa de tres semanas, me puse a ello. Temporada y cuarto después, sigo entusiasmado. Es The Wire posiblemente uno de los últimos tratados ficcionales que disecciona en profundidad los teje-manejes de la política y sus conexiones con el crimen en EE.UU., representado, en este caso, por la ciudad de Baltimore. Al menos en una de sus caras, porque una de las fuentes de grandeza de esta serie es, sin duda, su carácter poliédrico, su riqueza de matices, su generosidad en personajes "principales" y, sobretodo, su clara convicción de que el maniqueísmo está bien para la ficción, pero que cualquier serie con vocación de verosimilitud sabe que ni los héroes son tan heroicos ni los villanos tan maléficos.
La delgada línea roja entre el bien y el mal, a veces, se emborrona en algunos tramos. Por eso y por mucho más, The Wire es, sin duda, la mejor novela policíaca que me he echado a la cara en los últimos tiempos, la mejor peli facturada de cine negro en capítulos que ustedes podrán disfrutar de un tiempo a esta parte. Del mismo modo, la delgada línea roja que separa información de entretenimiento cada vez es menos visible, menos rotunda, más permeable. Esa misma permisibilidad lleva a que "periodistas" serios que escriben sobre "política" en la cabecera de tirada nacional de todo un señor periódico como "El Mundo" se permitan el lujo de mezclar realidad y ficción, de usar analogías entre el ruedo democrático ibérico y la parrilla televisiva, surgiendo cosas como ésta: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/18/espana/1295370662.html.
Rubalcaba, como en 'The Wire'. Rubalcaba, en una rueda de prensa "made in USA". Rubalcaba, como protagonista en la cúspide de un serial de crímenes, ambiciones, conspiraciones y redadas policiales. Riguroso no será, pero atractivo, el artículo, lo es un rato.
3 comentarios:
¡Qué exhaustivo análisis político! (el de Olga, no el suyo). ¡Y con un cásting con acento gráfico! ¡Qué nivel!
Otra grata sorpresa: ¡¡un comentario de La Tremolina para criticar un fallo de otro en lugar de uno mío!!
Times they are a changing, que diría el señor Zimmerman.
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