Hace unos días mi padre me pidió un favor. Quería que echara algunas fotos por Plasencia para luego incluirlas en un calendario que regalarán a los clientes de su empresa. Lo primero que hice fue recomendarle que contratara a un fotógrafo de verdad. Me contestó que no hacía falta, que para eso tenía yo una buena cámara. O bien mi padre sobreestimó mis habilidades como fotógrafo o los calendarios serán tan pequeños que no importa lo mal que salgan las fotos porque no se apreciará mucho la calidad de las mismas. El caso es que aprovechando el atardecer, me fui a con mi cámara a algunos sitios emblemáticos con la esperanza de que saliera algo que luego se pudiera usar. En ese peregrinaje, acabé en "Los patos" como tradicionalmente se conoce al Parque de los Pinos de mi ciudad natal. Allí mi abuelo Paulino nos llevaba a mi hermana y a mí cuando éramos pequeños, a pesar de que, como él decía, "las orugas le causaban urticaria". Con el tiempo he llegado a sospechar que mi abuelo era alérgico a las plantas o animales del lugar, sin saberlo. Allí, en el parque, hay una pérgola en la que, de chico, siempre me gustaba parar para jugar.
Así que allí me dirigí, consciente de que la construcción en sí no es representativa de la ciudad (al menos no para los que no sean de aquí) y eché algunas fotos, entre ellas un "retrato" de la cabeza de lo que siempre me pareció un troll por donde solía salir un chorro tenue pero continuo de agua (el pilar central de la pérgola era una fuente). Aquel troll me fascinaba y horrorizaba a partes iguales. Hoy solo me trasporta a aquellas mañanas de paseo con una bolsa llena de pan duro para dar de comer a las diferente aves que habitan en el parque.
Las incluiré en la selección de fotos, por si el socio de mi padre encargado de supervisar lo del calendario decide incluirla. Quién sabe, lo mismo él también pasó en esa pérgola grandes momentos. Y es que eso de "lugar representativo" varía mucho en función de cada persona. Por ejemplo mientras que para la mayoría de turistas un lugar representativo de Copenhague es el emplazamiento de La Sirenita, supongo que para la mayoría de los que nacieron o se criaron en la capital danesa mucho más representativo puede ser la esquina de la calle donde solían jugar al futbol con dos mochilas y una pelota medio desinflada.
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