martes, 20 de septiembre de 2011

Vuelva usted mañana...

Corría el siglo XIX cuando Larra escribía este artículo donde retrataba los vicios del funcionariado español. Desde entonces, quizá influenciado por este escrito, poco o nada ha cambiado la percepción del imaginario colectivo. En un tiempo en el que conseguir un contrato, no digamos ya un contrato de una duración considerable, es un bien demasiado preciado, los puestos de funcionarios representan un codiciado bien, lo que no contribuye a que la imagen de éstos mejore. La envidia, pecado capital patrio, siempre fue mala compañera de méritos ajenos.


El viernes estuve en Segovia. La misión era realizar una serie de gestiones burocráticas para matricularme en un master oficial. Consigna, seguir formándome para ser más competitivo en un campo que me interesa. Así que allí me fuí, con una amiga que ya conocía la ciudad y el campus segoviano, lo que me facilitó muchísimo todo. Tras un paseo por el casco antiguo, acabamos en la secretaría del centro. Nos hicieron sacar número y allí esperamos pacientemente hasta que llegó mi turno (24 personas después de que llegáramos).

Al entrar, una mujer sonriente me recibe. Me pregunta qué quiero, le digo que matricularme, me dice que de qué, le digo que de un master... y así, tras un peloteo rápido de calentamiento comienza el partido. Saca ella pidiéndome documentación, resto sacando varios papeles. Se la envío a la línea pero muy experimentada saca una derecha brutal preguntándome por el nombre del master. "Comunicación social... y no recuerdo qué más". "Comunicación con fines sociales: estrategias y campañas" responde. Dentro. 15 - 0. Comienza con otra batería de preguntas de rigor, fácil, me está probando: "¿Dirección durante el curso? No me sale aquí", "¿Has apuntado las asignaturas?", "¿Has estudiado aquí antes?"... Y así trascurre el intercambio de golpes. Sirvo yo: "Tengo una duda sobre lo de la beca..." "Veme rellenando este sobre" (¿Falta?). Me equivoco al rellenarlo poniendo el segundo apellido junto al primero cuando había otro espacio para tal fin (¿Doble falta?). "Mira, aquí está, este es el tipo de beca que puedes solicitar". Pues no, entró, un ace. Iguales.


Y así trascurrió la matriculación. Preguntando, respondiendo, aguardando cuando le requerían los demás compañeros sobre algún procedimiento o cuando el teléfono sonaba y lo cogía. Tablas. Ya pensaba que tenía que jugármela en el tie-break otro día pues acababa la matriculación sin incidentes, cuando caigo en que no había mirado los originales de las fotocopias que llevé. "¿No te tengo que enseñar los originales?" Le pregunto inocente - falto de agresividad, bola flojita flojita - "No, yo nunca los miro. ¿Para qué? Si engañáis os engañáis vosotros mismos". Bola, set y partido. No pude ni siquiera protestar aunque había cargado 250 km con ellos y en las instrucciones de matriculación ponía bien claro que había que presentarlos. Y es que cuando alguien acaba con una frase de esas que bien podrían haber salido de los labios de cualquiera de tus padres, ese alguien gana, ni ojo de halcón ni leches, no hay más.

Así que de allí salí, maravillado por la gracia y el salero con los que la estresada funcionaria justificó su dejación de funciones, que hay que saber perder. Y es que siempre hay un deje de ese "vuelva usted mañana" que acaba por aparecer cuando menos te lo esperas.

4 comentarios:

Pau Ro dijo...

Al menos no te dijeron la temida frase...
Algunos funcionarios se creen que son una especie superior. ¡Qué paciencia hay que tener cuando se hacen trámites burocráticos en nuestro país!

emeshing dijo...

Muy bueno el post Txetun!!!
Que vaya bien el Master!!!

Txetun: dijo...

Muchas gracias, señor Emeshing. :-)

VanitaVa dijo...

jaajajajajajaja... no creo que confíen mucho, a mi me hicieron traer mi Título original desde Colombia, no les bastaba con la apostilla, si no creen en ella para qué la piden?, en fin, allí nos veremos.