martes, 8 de noviembre de 2011

Futuro

Tengo miedo al futuro. De verdad, me aterra. No porque piense en un futuro apocalíptico lejano como nos pintaron en Terminator, Doce monos o Hijo de los hombres (por citar tres excelentes películas con ese espacio-tiempo como referencia). Tengo miedo al futuro porque no veo futuro. De verdad, no lo veo. A pesar de los esfuerzos regeneradores que el genuino movimiento posteriormente calificado de "indignados" en ese afán de la maquinaria mediática del sistema por deslegitimarlo mostró allá por mayo, me temo que el impulso inicial o se quedó demasiado corto o puso las miras demasiado a largo plazo. Hace poco leí que el propio movimiento había sometido a asamblea el proceso de toma de decisiones por considerarlo muy lento (es lo que tienen las asambleas, ya lo preconizaban algunos socialistas utópicos estableciendo que para que un sistema de autogestión basado en ese sistema de gobierno funcionara debían de constituirse comunidades más pequeñas). Todavía tiene un margen de reinventarse y no se le puede negar que haya inyectado dosis de esperanza y haya demostrado que, al contrario de lo que muchos decían, la sociedad española sí que es capaz de moverse.

Este movimiento también ha dejado patente que eso que nos enseñaron de que el sistema político recoge los inputs de la sociedad/pueblo/ciudadanía y bla, bla, no es así nunca más. Del grueso de demandas coherente, inteligentes, de sentido común y compartidas por la mayoría de la ciudadanía (restricción de sueldos, de cargos, de coches oficiales, de listas abiertas...), el sistema político no ha recogido ni una. Entiéndase que cuando hablo de "sistema político" hablo de partidos mayoritarios. El 15-M, movimiento de los indignados o como quiera llamársele (yo lo llamaría ciudadanía a secas, porque creo de veras que refleja el sentir de la mayoría, si no en la totalidad de sus demandas sí en buena parte de ellas) hace tiempo debió pasar al siguiente nivel. No lo hizo. En su día expuse precisamente esos temores y se me señaló con el dedo (vamos, en un ámbito reducido como es este blog). A día de hoy todavía no se me ha demostrado lo contrario.


El caso es que tengo miedo, tanto miedo que anteayer ni siquiera encendí el televisor para ver el debate ese que escenificaron la bicefalia partidista, esa que derrocha en propaganda vacía en tiempo de crisis, esa que sigue empeñada en tratarnos como idiotas, esa que atenta contra la razón y pone la puntilla de la deslegitimación del propio sistema negando la palabra a demás fuerzas políticas auspiciada por una ley electoral caduca pensada para una situación, la transición española, que hace años quedó superada (aunque a algunos les duela). Ya en el siglo XIII, Tomás de Aquino dejó enunciado lo siguiente: "si el emperador o el rey infringe el convenio sobre cuya base fue elegido, el pueblo queda liberado del deber de la obediencia". Un siglo después John de Salisbury apostaba por el regicidio si el príncipe se convertía en tirano. Sin llegar a defender el magnicidio, creo que hace tiempo que nuestros políticos cruzaron esa raya que "nos queda liberados del deber de la obediencia".



Pero a 11 días para la elecciones, salvo propuestas de protesta más o menos "revolucionarias" (como esa de propone devolver la propaganda electoral a los partidos), la gente que conozco ni siquiera tiene claro si votar nulo, votar en blanco o no votar para reflejar su descontento (y ya apunto que no tienen mismo valor). Algunos harán como las pasadas elecciones municipales, donde se metieron hasta rodajas de embutido (chorizo) en las papeletas... Me imagino el tremendo cachondeo del que en su casa se cortaba dos rodajitas y las metía en un sobre que luego depositaba en la urna... y ahí acababa la protesta.

11 días y las únicas perspectivas, por mucho que un partido político que se lleva frotando las manos desde el inicio de la crisis viéndose vencedor de estas elecciones hable de cambio, pasan por emigrar. Estos candidatos que se nos presentan no están preparados para hacer que nada cambie. ¡¡Si hasta alguno ha abogado por volver al ladrillo!! Por eso miro a conocidos y allegados que se encontraban en una situación (de desempleo) similar a la mía y que acabaron emigrando y no les va tan mal. Y quizá eso es lo que me da miedo, que la única propuesta plausible que se presente sea la de emigrar, salvo si eres familiar/amigo/conocido de algún dirigente de turno. Esos nunca emigran. Esos nunca tienen problemas para encontrar trabajo, al menos mientras sus "caciques" saquen escaño o silla, en función de la institución.


Tengo miedo al futuro porque lo veo dentro de una maleta y lo malo de irse no es el viaje, ni siquiera los primeros días/meses en el lugar de acogida hasta que te adaptas. Lo peor es la vuelta, porque nunca te encuentras las cosas como las dejaste, porque para ti el tiempo se detiene y te das cuenta mucho después de haber vuelto de que no es así, de que a veces ni siquiera queda el hueco ese que se supone debería haber estado esperándote. Tengo miedo de que, si al final me tengo que marchar, sea para no volver... aunque visto lo visto, no sé qué da más miedo.

1 comentario:

La Tremolina... dijo...

Serás eternamente joven! (si no ves futuro...)