martes, 5 de junio de 2012

Publicidad, paisajes urbanos, capitalismo y Tío Pepe

Hace unos años, cuando vivía en Toronto, conocí a una chica de Hungría. La conocí a través de una de esas páginas de amistad. Entonces me costaba conocer gente en la ciudad canadiense, así que quedé con alguna persona y acabé desencantado de este tipo de cosas... Pero eso es otra historia. No recuerdo su nombre. Estaba en la ciudad visitando a su hermano, hablaba inglés y español, este último idioma lo había aprendido en el colegio y perfeccionado en Madrid. Allí me contó una historia que es más o menos así si la memoria no me falla demasiado:
"Su padre había estado una vez de viaje en Madrid y le había llevado una postal de recuerdo. Era una postal de la puerta del Sol. Sin saber por qué, ya desde muy pequeñita, aquella niña se quedó prendada de España, de Madrid, gracias a la postal. Para ella la postal representaba Madrid y Madrid era un espacio diáfano enorme con un edificio altísimo coronado por una leyenda que decía "Tío Pepe". Aquella niña no sabía español, no entendía qué significaban aquellas dos enigmáticas palabras, pero en algún lugar de su subconsciente, la marca comercial se había ligado indisolublemente a la ciudad, al país. Tío Pepe significaba Madrid y España, pero también sol y alegría y las anécdotas de su padre de aquel viaje y el sueño de aprender español y de vivir un día en aquella ciudad. Pasó el tiempo, la niña creció, estudió entre otras cosas Español y un buen día consiguió una beca de estudio. Destino: Madrid. Cuando pisó por primera vez la Puerta del Sol y vió el cartel de Tío Pepe, la niña, ya joven, lloró. Desde entonces, cada vez que pensaba en el cartel, los ojos se le humedecían de nostalgia y alegría."
 

 Esto que os cuento es real, no es un recurso para ilustrar un hecho que creo se reproduce en muchos casos. La publicidad de la marca de finos, para miles de personas que han estado alguna vez en la Puerta del sol, españoles o extranjeros, moradores o visitantes, forma parte de la fisonomía de ese rincón epicentro de toda protesta que se precie (resemantizado tras el 15-M). El cartel forma parte, pues, del patrimonio cultural de Madrid, pese a quién pese; así de simple. Pues bien, los periódicos hoy han amanecido con la noticia de que Apple, la todopoderosa-pero-"amigable"-gracias-a-la-publicidad compañía multinacional, podría suprimir el cartel de Tío Pepe de su emplazamiento original. 

Yo que como aquella chica húngara tengo mi particular historia de fascinación con el cartel de Schweppes de Callao por culpa de un tal Álex de la Iglesia, entiendo perfectamente el revuelo provocado. Yo que tengo dos dedos de frente y algo de cultura no entiendo las declaraciones de la alcaldesa de Madrid. Tampoco es que me sorprenda, no suelo entender las declaraciones de "nuestros" políticos de un tiempo a esta parte, más bien por estupidez ajena - esto es, de ellos - que propia, aunque parezca mentira. Pero a lo que iba, supongo que a la señora Botella le da igual cambiar el emplazamiento del mítico cartel, como le dió igual cambiar el emplazamiento de la estatua del Oso y del Madroño. Detalles nimios se dirán. Aunque bien mirado, si disponen de nuestro dinero sin preguntar, si nos privan de médicos y medicinas y de profesores, aulas... en nombre de la estabilidad de los mercados ¿por qué habrían de proteger nuestra cultura cuando hay un maletín con billetes frescos de por medio?

Si tampoco queréis que el cartel del tío Pepe se mueva de su emplazamiento, antes de que salga algún historiador aduciendo que ese no es su lugar original y que no pasa nada por cambiarlo de sitio, podéis firmar en esta campaña que desde Change.org se ha montado.

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