lunes, 7 de junio de 2010

Vals con Bashir

Sorprenden este tipo de coincidencias. Cuando la última acción israelí en contra del derecho internacional aún colea (el secuestro de barcos en aguas internacionales), en este blog se habla de una película sobre Israel. "Oportunismo" pensaréis. "Casualidad" os digo. Que en los últimos días viera Vals con Bashir cuando el Mavi Mármara está de rabiosa actualidad es producto de uno de esos caprichos del azar. Una de esas jugadas del destino que aúna dos hechos, desde la cotidianeidad hasta la historicidad del presente - que no es otra cosa que la actualidad suceptible de convertirse en "historia" inmediata, dada su importancia -, y que sirve para poner de relieve una experiencia tan mundana como sentarse una noche a ver una peli en tu ordenador antes de dormir.

Escribía el genial Enric González en El País del pasado domingo un acertado análisis de los hechos desde el punto de vista Israelí, en perspectiva, sin justificar ni minimizar las consecuencias de sus acciones. El periodista da los instrumentos en su artículo para llevar a cabo eso que Max Webber definía como Verstehen. Y es que en un conflicto donde sobresalen los claroscuros extremistas y las posiciones blanco contra negro, se escuchan demasiadas generalizaciones y se elude el intento de "comprender" por equivocarlo con nociones como "justificación" o "perdón".



Vals con Bashir es una película de animación documental dirigida por Ari Folman, un director y guionista israelí que traduce en esta cinta su experiencia personal sobre la matanza de Sabra y Chatila, ocurrida en 1982 y ampliamente olvidada por la mayoría cuando yo ya tuve conciencia suficiente para empezar a entender qué era eso del conflicto árabe-israelí. Folman, en un ejercicio de terapia y recuperación de la memoria histórica, narra a través de testimonios el incidente desde el punto de vista de los israelíes que participaron en la invasión del Líbano.

El resultado es una obra atractiva, tanto en su fondo narrativo como en la forma, con una excelente selección musical, un ritmo nada pesado (uno de los grandes retos a la hora de elaborar un documental, en mi modesta opinión) y un espíritu testimonial alejado del adoctrinamiento tan marcado que dicho conflicto suele adolecer a la hora de ser explicado por una u otra facción. A través de las esquivas memorias de Folman y sus compañeros, el espectador conforma una conciencia crítica de los hechos que le llevan a elaborar sus propias conclusiones. Sorprende como bajo el subjetivo instrumento de recuperar las memorias de Folman se muestra un documento poliédrico, y sin salirse de la versión israelí de los hechos - pues todos los interlocutores son israelíes, si mal no recuerdo.



La feliz casualidad ha redundado en la idea de utilizar este foro público como plaza para recomendar la película, pero también para darme cuenta de una cosa: lo peligroso que resulta generalizar, un fenómeno ampliamente reconocido como medio de relacionarnos con el entorno que nos rodea. Y es que convendría, bajo mi punto de vista, intentar profundizar en las maniqueas descripciones que desde uno y otro bando se dan sobre un enfrentamiento que dura ya casi medio siglo. Por eso se agradecen artículos como el de Enric González y ejercicios de autocrítica como el de Ari Folman, instrumentos que pueden acercarnos un par de peldaños a entender una situación mucho más complicada de solucionar que las equiparaciones a Israel con el nazismo; los lamentos de que la "solución final" no fuera definitiva; el uso del "terrorismo" como argumento para justificar acciones, o las invocaciones a antiguos textos de dudosa legitimidad en la actualidad para llevar a cabo violaciones constantes del derecho a la autodeterminación y a la soberanía territorial de determinados pueblos.

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