Ayer viernes a las 7:30 p.m estaba haciéndome a la idea de que al día siguiente cruzaria el océano Atlántico, mientras localizaba cosas que metería en la maleta, mientras pensaba como escribir un post sobre la hazaña de una amiga que todavía hace quitarme el sombrero cuando lo pienso, a modo de homenaje, mientras me atrevía a anticipar cómo sería aquello...
"Fulanito de tal," - teléfono - "¿Dónde estás?"
"En casa"
"¿No habíamos quedado hoy en...?"
"No, mañana"
"No, hoy"
No, hoy, por ayer... Récord mundial en preparación de maleta y hora y media después me encontraba con la diezmada expedición, al 50 %, de los voluntarios expertos que viajarían a Paraguay. Una baja por enfermedad, otra por opción de vida. Así que en buena compañía, mi "sidekick" y yo, aún con la mente allá, nos metimos en un viaje a acá que escribetodojuntoapelotonadoayerhoy y no siempre porque no hay más allá.
El caso es que 22+6 horas después aquí andamos, usando por primera vez la aplicación de blogger para móvil - el portátil se quedó en el primer tramo Plasencia/Navalmoral producto de las prisas -, sobre una mullida cama en la Posada del Cielo, Asunción, Paraguay, en el primer día de un total de 30 que durarán esta experiencia profesional y vital, la segunda en Latinoamérica y primera en el cono sur.
Primeras impresiones del país: gente muy amable, cercana y afable. Ciudad ancha y achapadita, apenas levantando varios pisos del suelo. Comidas, acento, coste de la vida, costumbres, moneda... Con tintes oníricos, debido, quizá, al jet lag y la fatiga acumulada.
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