lunes, 24 de septiembre de 2012

Ojos afilados y orejas abiertas

"Olvidate lo que has aprendido, hasé tabula rasa" este consejo, salido de los labios de uno de nuestros dos anfitriones, responden perfectamente a cómo uno debe enfrentarse a cualquier nuevo mundo. Aprender a olvidar y luego afilar los ojos y abrir los oídos.

Domingo en Asunción es tranquilo. En la zona donde nos alojamos apenas sí se puede ir de compras y pasear. Varios centros comerciales, casas residenciales, pequeños comercios y restaurantes decoran la zona. La vida se pasea perezosa en domingo.

Así que hoy aprovechamos para reunirnos de manera informal con los responsables de las contrapartes que nos recibieron. Dos nacionalidades distintas (uruguaya y paraguaya), dos personalidades diferentes, dos relatos complementarios de Paraguay y la cooperación. Decía Platón que el diálogo nos hacía mejores a las personas. Hoy el diálogo nos ha enriquecido notablemente, a mi compañera y a mí.

Adaptados ya más o menos a los horarios, a las 8 comenzó la jornada con un desayuno. Luego caminamos por los alrededores del hotel y a la una acudimos a la invitación de Daniel y su señora a un asado uruguayo. Comida, bebida y charla se extendieron hasta las cinco y media. Con ese aire elegante intacto de los inmigrantes italianos que arribaron a Argentina y Uruguay a principios de siglo pasado, el anfitrión fue dando su visión sociodemográfica de varios países sudamericanos, pero no sólo eso. Los temas se iban sucediendo, variando, interesando por igual. Muy ilustrativo conocer los diferentes usos regionales para consumir la yerba mate - tereré o mate en función de si se consume con agua fría o caliente -, los cortes de la hoja, los diversos recipientes y las combinaciones posibles. La erudición como cualidad, la sobremesa convertida en lección magistral distraída. La sabiduría del que se tomó su tiempo para observar detenidamente lo que vivía. Los oradores que te dejan siempre con ganas de saber más.

Luego el conocimiento del paraguayo que te habla del día a día, con humor, con la carcajada en la recámara, nuevamente rodeados de comida y bebida. El aderezo puesto con la anécdota, con la pregunta, con el comentario... Casi siempre acabando con sonrisa o franca carcajada, contagiosa y reparadora. Y entre "joda" y "joda", más conocimiento, más sabiduría, más conciencia de que lo que vale allá posiblemente no valga acá, y venga a afilar los ojos, y venga a orientar las orejas, porque sólo así, a través de los ojos de sus protagonistas, uno puede hacerse una representación mínima de cómo es la vida en un lugar.

Paraguay como aula de educación continua



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