En esa ponencia, Taibo citó una cuestión que lleva preocupándome personalmente como ciudadano con derecho a voto desde hace algún tiempo y que desglosa de forma clara en este artículo sobre la refundación de IU: la ausencia en el espectro político de una fuerza de izquierdas que plantee demandas más allá de cuestiones socio-económicas. Porque los discursos anquilosados de finales del XIX, sin ser absolutamente desaprovechables, sí que debieran ser actualizados con cuestiones de imperiosa actualidad para que se produzca una verdadera refundación de la izquierda (cuestiones tales como la inclusión de derechos emergentes, la cuestión medioambiental, mayores cotas de autogestión y democracia...).
Hay un hecho con el que llevo calentando la cabeza a amigos y allegados ocasionalmente desde hace mucho tiempo: la falta de avances en los mecanismos democráticos que en nuestra sociedad se han producido en los últimos 50 ó 60 años (en el caso de España, desde la Transición). Las supuestas cotas democráticas que nuestra sociedad ha alcanzado se reducen, en teoría, a una representatividad imperfecta que se pone en marcha cada cuatro años a través de un sistema electoral de dudosa efectividad a la hora de plasmar los deseos reales del electorado (no hablemos ya de la población real, si entendemos que no todo el "electorado" ejerce su derecho al voto). Si ya hablamos del enorme retroceso que la clásica separación de poderes ha experimentado, con cuestiones como que el poder judicial, en teoría independiente, esté supeditado a las decisiones del poder ejecutivo y legislativo; o de la evidente falta de legitimidad que la clase política tiene ante los sucesivos casos de corrupción que, aparentemente, no reciben un castigo justo y ejemplificador, llegaremos a aceptar que lejos de ser la más perfecta de las democracias imperfectas, lo que tenemos en nuestras sociedades son burdos intentos de convencer a los ciudadanos, la base que sustenta todo el tinglado, de que el sistema está bien como está y que es difícilmente mejorable.
En la práctica todo se traduce a una frustración generalizada porque, ante cualquier signo de falla del sistema, uno sabe que la única solución que se le ofrece es seguir votando a los que lo están haciendo mal o, por contra, votar a los que se frotan las manos porque los que están lo están haciendo mal. Si el mejor truco del diablo fue convencer a la humanidad de que no existía, el mejor truco del Estado (capitalista, neoliberal, globalizado...) de Derecho fue convencer a sus ciudadanos de que no es mejorable. Como defiende Taibo, difícilmente la cosa puede variar si la desmovilización de la sociedad tiene tanto calado (a pesar de los movimientos sociales) y, encima, las alternativas a cambiar la realidad desde el poder (partidos políticos "alternativos" a las grandes fuerzas políticas) sólo aspiran, alcanzado el poder, a cambios superficiales sin perder de vista las reglas de juego del Sistema.
Porque uno podría pensar que con la crisis y la oportunidad que se ha presentado para que los estados antepusieran los intereses de los ciudadanos que defienden ante los mercados, las cosas empezarían a cambiar. Al final la crisis la están sufriendo los ciudadanos, mientras los que la han provocado por una manifiesta falta de ética y una creciente demostración de que el lucro es su fin último, un fin que justifica cualquier acto, por irracional e incontrolado que parezca (burbuja y especulación inmobiliaria en prejuicio del medio ambiente; burbuja y especulación financiera en prejuicio de puestos de trabajo; burbuja y especulación de materias primas y alimentos en prejuicio de hambre y guerras...), esto es, el Mercado, está siendo amparado por los estados.
En este contexto que describo a grandes rasgos y de forma atropellada, el señor Taibo habló del Decrecimiento (una corriente de pensamiento favorable a la disminución controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, y también entre los propios seres humanos). En este sentido y no sin razón, el profesor de la UAM citaba este contexto como un momento en que la necesidad de plantearnos nuestro modelo económico que no tiene en cuenta conceptos como el de los límites medioambientales del planeta surge. Algunos dirigentes, en los albores de la crisis económica, afirmaron que había que variar el "modelo económico". Por supuesto lo dijeron sin contemplar en ningún caso las soluciones que propone el movimiento por el decrecimiento, pero resulta revelador que, en un momento con la guardia baja, nuestros dirigentes reconocieran que el modelo actual es, cuanto menos, difícil de sostener. Siempre es complicado confrontar una información que nos llevan administrando en píldoras desde hace mucho tiempo (en este caso que crecimiento económico es sinónimo de bienestar), pero quizá podríamos emplear este mazazo a nuestras conciencias adormiladas durante años por el auge económico para reflexionar si no estaremos matando la gallina de los huevos de oro, si no estaremos viviendo por encima de las posibilidades que los recursos propios del planeta nos proporcionan. Quizá sea hora de pensar con qué vivirán las generaciones futuras si seguimos propugnando un crecimiento ilimitado sin considerar las posibilidades de regeneración de nuestro mundo.
1 comentario:
Muy interesante el tema del post y parece que las clases pintan muy bien, ¿eh?
Me adhiero al decrecimiento este...
Izzy
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