Tenía pendiente diseccionar el último film de Amenábar, pero casi había desechado la idea por cuestiones de vigencia. Entendía que a estas alturas todo el mundo habría cometido el error de ir a verla. Un post del buen amigo del buen yantar,
Jafuda, me ha sacado de mi error. Esta entrada es una llamada desesperada para todos aquellos que, cegados por el despliegue de marketing llevado a cabo para promocionar Ágora, todavía no se hayan retratado en taquilla y tengan pensado hacerlo... Hablando en plata, Ágora es una mierda. Vale, suena exagerado, suena a inquina contra el menudo realizador parido por la facultad de ciencias de la información que tomó carerilla con sus dos primeros trabajos (
Tesis y
Abre los ojos) y desde entonces se dedicó a vivir de las rentas (un caso similar al indio Shyamalan). Ágora es peor que el inefable telefilm alzado a la categoría de película goyable llamada "Mar adentro", aunque, y aquí hay que darle crédito a Alejandro, es un poco mejor que el último excremento cinematográfico ideado para sus coprófagos fans incondicionales que Shyamalán puso en carteleras hace ya algunos meses (hablo de
El Incidente).
Seré sincero. No soy muy fan de Amenábar. Nunca lo he sido. Nunca he visto en sus películas los supuestos rastros de genialidad que otros le achacan. Nunca he visto en Amenábar nada más allá que un tío que ha sabido moverse hasta hacerse con buenos contactos y que sabe hacer películas, no obras maestras. En general siempre he visto a Amenábar como un currito vestido con un smoking de alquiler tres tallas más grandes en una fiesta de la jet. Espero que no se me entienda mal. Nada en contra de los curritos ni en contra de la jet; es solo una metáfora. Me explico, Amenábar me parece un director correcto, tremendamente sobrevalorado por efecto del marketing y la publicidad que todo lo engordan. Tuvo un debut sorprendente y aceptable, un segundo trabajo interesante y luego una serie de películas discretas desde el punto de vista técnico aderezadas por otros componentes que han subido la media: a saber, la Kidman, Bardem y un presupuesto desorbitado.

Dejo las justificaciones y voy al lío. Fui a ver la película porque mi madre se empeñó. No van mucho al cine y me apetecía pasar una velada familiar. Eligieron Ágora. La causa, supongo que la tremenda campaña de promoción de la película. También supongo que las casi cien personas que hacían cola para entrar con nosotros negarán esta causa. A priori una película basada en un personaje histórico real, ambientada en la antigua roma, con actores y actrices internacionales... no parecía mala opción. El resultado, una película sin ritmo, donde se plantean una serie de conflictos pero no se ahonda en ninguno, donde se presenta a los personajes de forma maniquea, donde los diálogos carecen de atractivo... Un conjunto de recursos mal aprovechados.
Profundizando un poco, hay una cosa que nunca he soportado en el cine: el uso burdo de la música para inculcar al espectador uno u otro estado de ánimo. Es un uso efectista, pero muy efectivo. Este recurso me recuerda a los regidores, esos tipos que le dicen al público cómo comportarse en los programas de televisión. Alguien debería decir a Amenábar que usar música en las pelis está bien, pero un rato. Ágora (y en Mar adentro pasaba también) es un scalextric sonoro, un conjunto de imágenes puestas al servicio de un uso tramposo de la música. El truco le salió en Mar adentro; esta vez no ha colado. El otro gran pecado de soberbia que Amenábar comete es el uso de las metáforas visuales. El empleo de la metáfora visual siempre va aparejado a un punto de gafapastismo. En casi ciento treinta años de historia del cine, que un tipo use un par de metáforas visuales de forma tan evidente (hablo de los planos de la tierra vista desde fuera y de las hormigas) me parece de muy poca madurez como creador. Esos son los detalles que deberían desterrar de una vez el mito de que Amenábar es un genio. Desde la más humilde sinceridad: no creo que Ágora se merezca la molestia de desplazarse hasta el cine ni el precio de la entrada.

Hace poco tuve oportunidad de ver también
Los crímenes de Oxford, peli dirijida por Álex de la Iglesia, que se llevó 3 Goyas y que está protagonizada por John Hurt, Elijah Wood y Leonor Watling. La noche y el día. He de reconocer que Álex de la Iglesia me gusta por pelis como El día de la bestia, La Comunidad, Acción mutante y Muertos de Risa y a pesar de
Plutón BrB Nero u 800 balas.
Creo recordar que el público no respondió tan bien a una película menos pretenciosa y mucho más redonda desde un punto de vista técnico. Desde luego, para pasar un rato que es a lo que debe aspirar el cine en primera instancia, me quedo con este título mil veces. La trama juega con un crimen y un planteamiento filosófico. Los actores dan mayor profundidad a sus personajes (y me dirán: "Hombre, con ese reparto" pero no olvidemos que Rachel Weisz tiene un oscar), el ritmo está muy bien conseguido, la música se usa en sus dosis justas y, sobretodo, no se vendió el producto por el envoltorio.

En definitiva, si no habéis visto ninguna de las dos y estáis tentados de ir a ver la primera; mi consejo es que mejor os hagáis con una copia de la segunda y la veáis en casa. Si no he lograros convenceros aún, en la segunda salen las mamellas de la Watling, reclamo definitivo que debería inclinar la balanza en el caso de los más guarretes. :-P