martes, 8 de diciembre de 2009

La última cena

Antes de nada, no se alarmen, no me crucifican ni nada. Me refiero a la última cena de temporada prenavideña, la última que tuve con los amigos de Plasencia, la "familia" de éstos (hasta tuvimos una embarazadísima novia que sale de fechas a finales de mes). Allí había amigos de la preadolescencia (decir de la infancia sería mentir, a uno de los núcleos duros del grupo los conocí con 13 años, al resto, con 16 ó 17 ya) y posteriores añadidos. ¿Saben aquel dicho que dice que a los amigos se les elige mientras que a los padres, hermanos y demás no? Incorrecto. A algunos amigos no se les elige, van con el cupo completo.

Uno de los más selectos y caros restaurantes de la ciudad (el Chamizo) para unas 30 personas. Menú pactado que salió por taitantos euros, delicioso añadiré, consistente en entremeses fríos y calientes y un segundo a elegir de la carta, postre, café y digestivo(s). Una ganga. Comenzamos a comer a eso de las 15:30 y la cosa se alargó hasta las 18:30. Alrededor, los 5 ó 6 con los que más trato, por afinidad o carácter. De añadidos, alguno que me hizo recordar por qué en un tiempo un trío que yo me sé se escindió de aquello. Uno acabó perdido para siempre en una relación que, a tenor de los informes, evolucionará en matrimonio el primer trimestre de 2010. El otro de la tríada anda por ahí, sobretodo coincidimos en el ciberespacio, hemos reducido los encuentros reales progresivamente desde que en el 2006 la vida nos llevara por derroteros diferentes. A veces echo de menos un tiempo en que nos veíamos muchos sábados. El tercero, evidentemente, era yo mismo.

Pues bien, la comida transcurrió sin incidentes, hablando con los de siempre y manteniendo contactos ocasionales con los que hacía tiempo que no veía. "¿Qué tal? ¿Por dónde andas?". Ya sabéis cómo va el tema. Con "los de siempre" me refiero a esos amiguetes que durante los últimos años veía al menos una vez al semestre y que desde que volví a Plasencia he estado viendo cada poco. Los de siempre son esos tipos con los que sigo teniendo disparidad de gustos y prioridades, diferencias que el tiempo ha ido limando hasta que han dejado de ser insalvables. De hecho sé perfectamente que alguno de estos "de siempre" con los que me rodeo los últimos tiempos piensan igual que yo del resto.

Después de comer nos tomamos unas copas aquí y allá y la cosa se desmadró. Otra vez más fue uno de esos de los de siempre, pero uno de los que siempre daban la nota y, por lo visto, la siguen dando. El incidente transcurrió sin más, salvo el detalle de que, como antaño, los que dieron la cara fueron otros, no el de siempre. Vamos, él acabó desapareciendo.

Y es que uno es ya demasiado viejo para cambiar de amigos, pero a veces dan ganas. Y si sigo yendo a cosas de estas (aunque este ha sido el primer año que me han avisado) es por costumbre, por cariño, por nostalgia o qué sé yo. Supongo que lo hago por esa gente con la que sí me apetece pasar tiempo, aunque a veces no compense lo más mínimo. (Y ya sabes a qué me refiero, Mr. Redon) ;)

1 comentario:

asane dijo...

Con lo del desmadre me entran ganas de jugar a tratar de adivinar quién pudo originarlo, pero el juego se acabaría pronto...