jueves, 11 de noviembre de 2010

(Ir)responsabilidad social

La Responsabilidad Social Corporativa (también conocida como RSC) puede definirse como "la contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental por parte de las empresas, generalmente con el objetivo de mejorar su situación competitiva y valorativa y su valor añadido". Nótese la palabra "fin" y los citados objetivos, para ver que nadie da duros a pesetas como solía decirse, o euros a 50 céntimos, si actualizamos la metáfora. Este término, que oí por primera vez de labios de la ex de un ex-amigo (?) estando como currante en Europa Press (también conocida como EP), tan sexy ella como intocable hasta ser ex, tan misteriosa como huidiza una vez asumió el altisonante prefijo, es la forma de las empresas de intentar lavar su imagen a través de supuestas acciones que revierten en la sociedad lo que éstas toman de ellas.

Lo que me interesa del término son las primeras dos palabras "responsabilidad social". Como concepto engloba una serie de principios que todos deberíamos tener claros pero que muy pocos tenemos. Entiendo la responsabilidad social como conjunto de deberes y lealtades que debemos al conjunto de los que nos rodean por el mero hecho de dejarnos formar parte de una compleja red de relaciones de la que nos beneficiamos. "Quid pro quo", tomar algo a cambio de dar algo. Un concepto que en una sociedad globalizada debería hacerse extensivo a todo el conjunto del género humano en cualquiera de sus extensiones. Un principio que debería ir fijado a nociones como "respeto a los demás", "libertades individuales" y demás. Interesante utopía.



En la actualidad me hallo inmerso en la elaboración de un simple ejercicio por escrito, un "trabajo", sobre las herramientas para medir la pobreza. El ejercicio consiste en coger dos países (en mi caso Ruanda y Rep. Dem. del Congo) y establecer una comparativa. Como resultado de este ejercicio, últimamente he estado leyendo mucho sobre Ruanda (es un ejercicio por parejas y en la división del trabajo me ha tocado en suerte este país). Ruanda, ese país que os sonará porque allá por 1994 se produjo uno de los genocidios más brutales y salvajes de los últimos tiempos. Hasta hay un puñado de películas que lo relatan, quizá no tantas como las que existen sobre el "holocausto judío", pero algo es algo. Una de las fuentes que he usado es la página oficial del gobierno de Ruanda, donde, entre otras cosas, se da una panorámica de la historia del país desde antes de su independencia oficial en la década de los 60. En esa breve descripción histórica elaborada por el gobierno de Ruanda, se señala la influencia colonial belga como una de las causas primigenias de que en un reino tradicional de castas acabara por estallar con los años una brutal campaña de limpieza étnica, solo comparable a la ejercida en los Balcanes, en latinoamérica con los indígenas, en el "medio oriente" con los kurdos o, si se quiere, en Europa central con los judíos - y otras etnias - durante la hegemonía nazi.

15 años después no tengo constancia ni memoria de que los civilizados países occidentales, con Bélgica a la cabeza, hayan pedido perdón o reconocido su culpa ante esta masacre. Ni los sucesivos gobernantes han dado el paso ni los ciudadanos hemos solicitado que se dé. En unas fechas en las que se acusa al gobierno español de falta de dureza frente a los incidentes violentos protagonizados por Marruecos en el Aaiún quizá cabría preguntarse si la culpa no es de nosotros, los ciudadanos que conformamos la sociedad española, por no exigir firmemente a nuestro gobierno que sea, a su vez, firme con Marruecos. Lo mismo cabría preguntarse si la culpa de que Garzón esté todavía en el limbo jurídico por haber intentado aplicar para aquí lo que ya aplicó para Argentina o Chile, esto es, justicia frente a crímenes cometidos contra la humanidad no la tenemos los que no hemos exigido firmemente que se deje en paz a Garzón. Y ya, por extensión, me pregunto si la causa de que haya paro, corrupción, difícil acceso a la vivienda, contaminación, recorte de derechos sociales, etc. no esté en nuestra elusiva naturaleza que nos lleva a escondernos ante esta Responsabilidad Social de la que hablo.



La última semana gracias a un excepcional trabajo de Jordi Évole y su equipo se ha estado hablando del posible fin de ETA. Tras ver el programa completo, una de las ideas que se me quedó es que, por encima de treguas y partidos políticos, la principal causante de que ETA se halla replanteado su actividad han sido los ciudadanos de Euskadi. En caso de que se llegue al fin de esta situación, las medallas se las colgarán unos u otros, pero todos debemos tener en cuenta que la labor de colectivos como el Foro de Ermua, asociaciones de víctimas y, en general, el pueblo vasco serán los verdaderos responsables de ese cambio de actitud. Eso no se nos debería olvidar. Debería quedar siempre presente en la memoria que no fué hasta que millones de personas se echaron a la calle tras el secuestro de Miguel Ángel Blanco que ETA no empezó a sentir el desgaste de la deslegitimación. Poco a poco han sido los vascos los que, más allá de leyes antiterroristas y conceptos etéreos y manidos como el de "Estado de derecho", han puesto a ETA en una situación entre la espada y la pared.

A lo que voy es que convendría plantearse nuestro papel como ciudadanos "de pleno derecho" y reflexionar si con pagar la seguridad social, los impuestos e ir a votar quedan saldadas todas las cuentas personales contraídas con los que nos rodean desde el primer momento en que vivimos en sociedad. Mientras llegue ese día, poco podemos esperar que con los mecanismos actuales las instituciones expresen, realmente, la voluntad popular.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Muy bueno el post.

Izzy