lunes, 22 de noviembre de 2010

Amor a tercera vista

Nunca he creído en el amor a primera vista. Como ser racional cuyos deseos se hallan perfectamente contenidos en salas de hermética lógica, amar a primera vista sería como adquirir un artículo sin detenerse a evaluar sus ventajas e inconvenientes o sin comparar precios entre establecimientos ni tener en cuenta objetos de similares prestaciones. Ni a primera ni a segunda vista... Más bien la expresión, desde mi punto de vista, designa un encaprichamiento más o menos fortuito e incompatible con mi forma de ser.

O eso pensaba, porque, si bien es cierto que sigo sin creer en el amor a primera vista, he de confesar que no hace mucho experimenté algo parecido a lo que el imaginario colectivo entiende por "amor",aunque en mi caso sea a tercera vista. Sintonía y yo coincidimos en uno de esos cursos que la gente toma para mantener la mente ocupada. No es que mi mente necesite distracciones, pero mis allegados insistieron en que tomara tal curso por tratarse de una oportunidad para "socializar", algo que, en su opinión, necesito en dosis abundantes.


Sintonía, nombre ridículo donde los haya, producto sin duda de un encaprichamiento maternal en una época donde la experimentación se abrazaba sin ambages hasta para poner nombre a los vástagos. Nombre atípico que ha ido atemperándoseme con el tiempo, perdiendo así su agriedad sinestésica. Pero no fue la repetición de su nombre a modo de mantra lo que suavizó las poliédricas esquinas del fonema "Sintonía". No, eso vino después, mucho después de entender lo que me pasaba. Esa autoconciencia se tomó su tiempo para iluminar mi entendimiento y quitar un ligero peso de encima, el mismo peso derivado de no entender los cambios que en mí se operaban.

En el exhaustivo y pormenorizado análisis de cada hecho, he llegado a la conclusión de que todo empezó al tercer encuentro, cuando Sinto, como comencé a llamarla a medida que la familiaridad limó la terminación de su nombre, se sentó justo delante mío y justo en la tercera lección. En un descuido, desvié momentáneamente el foco de mi atención del profesor y fuí a reparar en el embrujado resquicio de la camiseta holgada por donde un tímido lunar aparecía y desaparecía de forma intermitente de entre la cristalina piel de Sintonía. Podría culpar al profesor y su aburrida explicación de los sucesos que se desencadenaron aquel día, pero eso equivaldría a no hacer justicia al minúsculo lunar en la parte posterior del hombro izquierdo que, como la luna nueva, aparecía y desaparecía en la suave y sedosa noche de la piel de Sintonía. El resto vino solo, por asociación.


Cerrar los ojos y ver el lunar y pensar en el gracioso pliegue de su cuello cuando gira la cabeza, e imaginar el turbador contacto que producirían los cabellos amotinados que a veces escapan del moño improvisado con que acude a clase, y visualizar la franca sonrisa que es un puzzle perfecto de dientes ingrávidos a la par que una muralla inexpugnable de candidez nacarada, y sentir sus ojos enormes y redondos como avellanas recién caídas del árbol destiladas en un cálido licor de un amargor adormilante. La lógica pierde consistencia cuando cierro los ojos de un tiempo a esta parte porque a la noche que sucede la ausencia de luz procede, inexorablemente, el minúsculo lunar de Sintonía.

Y así, dominado desde tiempos inmemoriales por las leyes de la razón y la lógica, ahora empleo largas temporadas en sesudas elucubraciones sobre la conveniencia de trasmitir a la implicada este cambio de convicciones tan profundo que la imprevisible visión de aquel día me produjo. Porque seamos objetivos por un momento: la irrepetible combinación de elementos que han provocado lo que he llegado a denominar "el desarrollo de un conato de amor a tercera vista" es altamente improbable que encuentre una respuesta recíprocra en la hasta-hace-bien-poco-invisible-a-mis-sentidos-pero-ahora-indeleble-obsesión Sintonía.

1 comentario:

La Tremolina... dijo...

Es la tabla periódica, que se confabula y juguetea con uno!! :)Aunque a juzgar por el cuarto párrafo, más que un amor a primera (o tercera) vista, lo que parece es un conato de empalme (con perdón)

PD. Necesito a última hora compartir el vocable de verificación: "viumpie". ¿Será una señal de lo que está por venir?