lunes, 5 de octubre de 2009

Tarantino y un puñado de bastardos

Los jueves es el día del espectador en Plasencia. Los jueves voy al cine en esta titánica tarea de mantenerme ocupado. El jueves pasado fui a ver, por fin, la última de Tarantino. Lejos de decepcionarme, me encantó. Os explicaré el porqué.

Antes de nada, narrar por encima lo que a estas alturas todo el mundo sabrá. Malditos Bastardos va de un escuadrón secreto americano infiltrado en la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial (también llamada Estado Colaboracionista de Vichy en aquel entonces) que se dedica a masacrar nazis. Hasta ahí todo entendido. Brad Pitt haciendo de gamberro y Tarantino haciendo lo que mejor sabe: plagio-homenaje por aquí, recursos típicos por allá y ya tenemos una película. Pero qué película, señores. Porque seamos serios, el plagio existe en la mayoría de producciones cinematográficas y acusar al señor Tarantino de plagio es dejar que los árboles nos impidan ver el bosque. Dejémoslo en que Quentin usa la intertextualidad como un recurso recurrente.



Malditos Bastardos constituye una amalgama de los recursos habituales que el señor Tarantino ha incorporado a lo largo de su carrera de realizador de prestigio como si de tics se trataran: fragmentación en capítulos diferenciados claramente por elementos gráficos y de texto, diálogos brillantes, personajes desquiciados y dosis bastante alta de violencia. A través de diferentes puntos de vista, se nos narra los diferentes estadios del trascurso de una misión para acabar con la guerra que desembocará en un final que, al contrario de lo que muchos de mis amigos pensaron cuándo vieron el trailer ("Es que el trailer lo cuenta todo. Ya sabemos lo que va a pasar" Ñeeeeeeeeeeeec: error para mis amigos, tres minipuntos para Quentin), sorprende a la par que añade un nuevo ejemplo cinematográfico al manido concepto de justicia (que algunos verán como crueldad innecesaria, pero estamos hablando del autor de Reservoir Dogs y Pulp Fiction, así que era de esperar).



A pesar de algunos desajustes propios del doblaje (aunque menos de los que yo me esperaba), la cinta es entretenida e irónica. Pitt, como casi siempre que tira de personaje histriónico, divierte y enamora a partes iguales. Tarantino sorprende no solo por el absoluto manejo a libertad - con la consiguiente infracción voluntaria - del lenguaje cinematográfico, por su facilidad para crear escenas de tensión sosteniéndose en el uso del diálogo y por su conocimiento del cine alemán de la primera mitad del siglo XX. El resto del reparto, a mí también me gustó mucho, especialmente Christoph Waltz en el papel del coronel nazi Hans Landa.

Ahora podría tirar de plagio a lo Tarantino y decir que la última frase de la película actúa un poco como declaración de principios - Aldo Raine, interpretado por Brad Pitt, termina diciendo: "¿Sabes, Utivich? Creo que esta es mi mejor obra". Sin embargo he de reconocer que, pese a coincidir con esta afirmación, lo había leído ya en alguna crítica antes de ver la película. Así que seré bueno y diré que Malditos Bastardos bien merece una visita al cine.

3 comentarios:

Jafuda Cresques dijo...

Pues aunque Roenick diga de ir a verla (seria su segunda vez), a mi no me hace tilín - el último Tarantino que vi (¿Death Proof?) me aburrió soberanamente. Lenta, sin gracia, con diálogos ya vistos... Claro que siempre será mejor que muchas películas coreanas, jejeje... :D

Saludos,
Jafuda

Anónimo dijo...

A veces, por el uso de la violencia o crueldad que hace, pienso que uno de sus referentes ha sido Sam Peckinpah, para quien, todo hay que decir, la crueldad o más exactamente la violencia, nunca se utilizó de manera gratuita ... tal vez, porque en definitiva no hizo más que retratar las raices de su país, cuya convulsa historia está ligada de una parte: al puritanismo, expresión máxima de crueldad social y de otra al winchester, icono de la violencia.

Por cierto Jafuda, si te puede la tentación de una coreana: Tae Guk Gi The Brotherhood Of War ;)

Maese

Txetun: dijo...

Pues yo te digo, Jafuda, que hagas caso a Roenick. Llámalo casualidad, pero justo hoy he terminado de ver Grindhouse (uséase, el tándem compuesto por Death Proof de Tarantino y Planet Terror de Rodríguez) y no tiene nada que ver; entre otras cosas porque Grindhouse no se pensó como un dúo de películas serias, era más bien un experimento entre colegas (y, ya se sabe, los experimentos, con gaseosa).

La comparación de Pechinpah y Tarantino está bien traida, pero yo veo una diferencia radical: mientras uno hacía unas películas con una violencia solemne que hoy en día incomoda (todavía recuerdo el mal rato que pasé viendo Perros de paja), Tarantino utiliza la ironía y la frivolidad como anestésicos para que toleremos "su" violencia. De todos modos recuerda que Tarantino es un "fans" declarado de los 70 (música, estética, cine) y, como icono de los 70 que es Peckinpah, no creo descabellado decir que exista una conexión.

Un abrazo a ambos dos.