lunes, 18 de enero de 2010

Haití

Como a casi la gran mayoría de las personas, la catástrofe de Haití me ha impactado. Desde la semana pasada llevo dándole vueltas al coco y analizando cada segmento de información que recibo sobre la situación de este país caribeño. Intento ser muy selectivo con la información que manejo y evito todo lo posible exponerme a la información desde el medio televisión, salvo alguna aparición de personas que, en mi modesta opinión, tienen bastante que aportar. Podría decirse que trato de mantenerme aséptico en esta vorágine hipercargada informativamente que llama a todo menos a mantenerse frío. Es un nefasto incidente de magnitudes sobrehumanas, con múltiples factores a tener en cuenta que no siempre se tratan a la hora de informar del asunto. Intentaré en este post trasmitiros algunas de las inquietudes que tengo sobre el terremoto, las víctimas, la respuesta humanitaria y, sobretodo, el tratamiento de los medios y las reacciones del público.

HAITÍ. LA ÚLTIMA CATÁSTROFE QUE COLMÓ EL VASO

Era en un programa de A3 y lo decía un ex corresponsal de la Agencia EFE en el país caribeño. El terremoto que ha desolado medio Haití es solo la última y mayor de la serie de desgracias que han asolado este territorio. El periodista, secundado por cooperantes internacionales que asistían al debate para aportar un matiz poliédrico que ayudara a entender el contexto de la desgracia, hablaba de huracanes y tormentas tropicales con un terrible impacto por causas como la tremenda deforestación. Como trasfondo constante la pobreza. Un panorama desolador después del terremoto que algunos asistentes a dicho debate no mejoraban demasiado en la época "pre-catástrofe". Haití es el país más pobre del hemisferio occidental y más del 80% de la población vivía en la más absoluta pobreza. Haití ha sido un país asolado por conflictos buena parte de las últimas décadas y dejado de la mano de las grandes potencias durante buena parte de su historia. Solo la presencia de varias ONGs y de los cascos azules ha constituido durante mucho tiempo el único interés del mundo desarrollado hacia este país. Hasta hace cosa de un par de semanas menos del 30 por ciento de la población española era capaz de ubicar Haití en un mapa. Preocupa el hecho de que tenga que morir tanta gente para que, de repente, a todos nos crezcan los cargos de conciencia con respecto a Haití.

OPORTUNIDADES Y OPORTUNISMOS

En la misma tertulia del espacio matutino que escuché esas afirmaciones tan acertadas, compartían espacio, como he dicho, el periodista ex corresponsal y algunos cooperantes que conocían la realidad del país de primera mano. Mientras veía el debate y complementaba las primeras informaciones que había tenido de la catástrofe a través de Twitter, pensaba en el papelón que tanto el corresponsal como sobre todo los cooperantes tenían que desempeñar en el plató. Por supuesto que estamos hablando de uno de esos espacios magazine donde tiene cabida absolutamente de todo. Un espacio donde ahora hablan de Haití y media hora después están hablando de Jesulín y la Campa. Me imagino a estos señores que se han estado partiendo el brazo por mejorar la realidad de un país sin tener absolutamente el menor eco ni la menor repercusión mediática, invitados a un espacio para ofrecer su parecer y contextualizar el desastre ante un desastre de esas características. Desde el punto de vista comunicativo, es una situación extraña. Por un lado hay una conductora tratando de caminar sobre el fino hilo que se alza ante el abismo de lo políticamente correcto que marcan las circunstancias; ante la atenta mirada de unos profesionales que en demasiadas ocasiones tienen una noción dulceamarga de los medios de comunicación.

Por otro lado están los cooperantes deben aprovechar el espacio para significarse, porque por desgracia la labor de estas ONGs muchas veces depende también de nociones como el voluntariado o las donaciones, que llegan a través de la notoriedad y publicidad. El mundo de las ONGs en los medios es conflictivo: es muy fácil ganarse mala fama pero cuesta años labrar una imagen favorable en los medios. Oportunidades como la prestada por el magazine no surgen todos los días y aunque fastidia que a uno le llamen solo en esas circunstancias hay que estar presente y dar la cara.

La presencia constante en los medios de los últimos días es una oportunidad para remover conciencias, conseguir voluntarios, implicar profesionales y equipos y conseguir donaciones de cualquier índole para preparar ayuda humanitaria, fletar aviones y poner en marcha infraestructuras que ayuden primero a salvar vidas y luego a cicatrizar las heridas que un impacto como el terremoto ha producido en una sociedad frágil de salud como la haitiana. Son las citadas oportunidades que se contraponen a los oportunismos. A río revuelto, ganancia de pescadores.

Un ejercicio humanitario muy saludable consiste en poner un canal de televisión estos días en la sobremesa para presenciar los safaris guiados por la derruida Puerto Príncipe. Me pregunto qué sentido tiene que Pedro Piqueras (por ejemplo) se persone en el aeropuerto donde el último contingente de ayuda española está desembarcando. Me pregunto qué aporta el enésimo reportaje de la Sexta a bordo de un jeep mostrándonos instantáneas de gente peleándose por las cajas lanzadas por los helicópteros de los EE.UU. o de Cascos azules dispersando a la multitud para que no se agolpe. En definitiva me pregunto en qué ayuda a las víctimas de Haití que la vicepresidenta Fernández de la Vega haga una visita para presenciar en helicóptero lo que todos ya estamos viendo a través de la televisión. ¿Obedece a una necesidad real, pretende satisfacer la dosis de morbo que como espectadores demandamos a través de un hábil ejercicio de programación mental similar al desarrollo de una adicción o, simplemente, es necesario tanto despliegue "personalista" de políticos y reporteros para remover las conciencias y mover a las masas a la solidaridad? Como periodista al que las circunstancias le impiden ejercer - al menos de forma profesional -, siempre he creído que hay otra forma de informar menos americanizada y más objetiva. Lo de los políticos apuntándose tantos va con la profesión.

Por cierto, mención especial a la primera reacción de algunos países colindantes, que cerraron sus fronteras para evitar problemas. Algún cooperante de hecho citaba el problema de las migraciones, porque en Haití donde había poco no ha quedado nada. Un fenómeno curioso eso de los éxodos demográficos masivos y las medidas "humanitarias" de muchos gobierno: como el hacinamiento en campos de refugiados que ven prorrogada su situación sine die. ¿Qué cara pondríamos los españoles si a los latinoamericanos, magrebíes, subsaharianos y bálticos se añaden ahora inmigrantes haitianos? ¿Harían una excepción, por ejemplo, en el censo de Vic con un contingente de inmigrantes ilegales haitianos?

REACCIONES EN LA POBLACIÓN

Como síntoma positivo está el apoyo del conjunto de la población mediante donaciones masivas, anónimas y solidarias. Personalmente me gustaría que la gente no diera dinero a ciegas y diera un paso más interesándose por la labor de la ONGD de turno. No es que desconfíe, al contrario, de la labor de estas incansables organizaciones. Solo creo que el acto mecánico de lavar conciencias puede ir un poquito más allá.

Otro hecho que me ha parecido insólito es la labor informativa de los llamados medios de comunicación social. Las plataformas digitales como Facebook o twitter se han convertido en los verdaderos medios de comunicación real y efectiva en las primeras horas de la catástrofe y han servido para poner en marcha campañas para aportar recursos necesarios. Una utilidad para los que dudaban de la eficacia de estos instrumentos.

REFLEXIÓN

El terremoto de Haití impacta. Las imágenes sobrecogen y empequeñecen el alma. La labor incansable de bomberos, sanitarios y demás emociona. La situación de las víctimas desorientadas conmueve. La actitud o el enfoque de ciertos colectivos (medios de comunicación, políticos, algunos organismos internacionales) asquea e indigna, pero sobre todo recuerda a esos buitres que sobrevuelan para lanzarse sobre la carroña con ávido interés para luego abandonar los huesos a su suerte. Desgraciadamente con Haití pasará igual. Cuando la novedad pase de moda, los medios abandonarán el escenario del caos y se irán a otra cosa. El público se olvidará de las víctimas con la conciencia tranquila porque ya donaron sus 5, 10, 20, 1000 euros y los cooperantes seguirán luchando por dignificar la vida de un país sin los ecos de notoriedad ya que otorgan las grandes desgracias amplificadas a todos los hogares. En cuanto a los políticos, seguirán en el poder o se recolocarán con un sueldo aún mayor que del que gozaban en el foro público; siempre eludiendo su parte de culpa en que el mundo sea tan injusto y tan desproporcionado...

Pero como venía a decir una amiga mía el otro día, la vida es así, las injusticias existen y no podemos hacer nada (¿será verdad o hay que apuntarle un tanto a la maquinaria propagandísticas de la postmodernidad?). Un ejemplo aquí, donde lo único que he hecho es despacharme en una larga parrafada que probablemente no acabe por leer nadie.

1 comentario:

asane dijo...

Lo de los medios creo que ya lo tengo asumido. Hacen un despliegue del copón, enviando a, mínimo, un par de enviados especiales para que nos digan que las casas se han caído, que la gente tiene hambre y sed, que hay gente por las calles,... Vamos, lo habitual siendo un terremoto. Información relevante, cero. Tiempo en televisión, un montón. Y lo peor es que, al final, resulta que la información más útil está en internet, gratis. Pero los medios utilizan internet para buscar vídeos, no documentarse, y emitir algo que es mentira como si fuera cierto. Unos figuras.

Lo que más me mosquea es lo de los políticos. ¿A qué va la MariTere? A nada. ¿La Clinton? A nada. Bueno sí: se rodean de un montón de gente que decían estar allí trabajando, se hacen un montón de fotos, gastan dinero público, sonríen y nos dicen a todos que colaboremos. Luego se van de comida oficial.

Y lo reconozco: no doy donativos a estas cosas. La expresión 'a río revuelto, ganancia de pescadores' ha resumido bien mi punto de vista. No dudo que haya un montón de gente currando un montón allí, pero muchas de esas personas ya estaban allí antes, trabajando, viviendo en unas condiciones de mierda porque son gente con esa forma de pensar. Por esta gente es por la que, un par de veces al año, hago donativos. Sin necesidad de que 'pase nada' (como si no pasaran suficientes cosas).